La Arquitectura que Activa las Hormonas de la Felicidad

Compartir
Twittear
Compartir
Compartir

La neuroarquitectura indaga en cómo un entorno construido incide en el sistema biológico humano y es capaz de favorecer el bienestar, la creatividad o reducir el estrés. La cueva rupestre, el loft urbano, la mansión solariega, la cabaña en el bosque o el claustro de un monasterio… son espacios físicos capaces de provocar en nosotros distintos efectos. Percibimos la arquitectura y los lugares donde habitamos a través de nuestros sentidos y estos envían impulsos al cerebro que los traduce en emociones, pensamientos y sentimientos en continua retroalimentación. No es raro que las cualidades de un lugar lleguen a modificar nuestro estado de ánimo e incluso conductas. Cada casa o lugar de trabajo nos provoca sensaciones diferentes, en un extenso rango que va de lo acogedor en grado superlativo a lo inhóspito, de lo fresco a lo asfixiante, del tedio a la hiperestimulación. Cuestiones que nuestro cerebro registra con todo lujo de detalles.

El término neuroarquitectura gana empaque en nuestro país y desencadena nuevas sinapsis aquí y allá. Se imparten cursos y talleres de neuroarquitectura en centros de formación y universidades de arquitectura. Y aumenta el número de estudios, especialmente comandados por arquitectas, que incorporan a su trabajo esta perspectiva.

No es raro que las cualidades de un lugar lleguen a modificar nuestro estado de ánimo e incluso conductas

“La neuroarquitectura es una disciplina que trata de aportar el conocimiento que la neurociencia está evidenciando durante los últimos años sobre cómo el contexto construido incide en nuestro estado físico, mental y emocional” explica a Magazine Lifestyle la arquitecta Ana García, fundadora del estudio NeuronaLab. Para ella, desde el punto de vista del ejercicio profesional, consiste en añadir una capa más a la experiencia del proceso proyectual y de ejecución de obra, gracias a este conocimiento.

Ana García remarca que, si bien hoy disponemos de tecnología capaz de medir el comportamiento de nuestras áreas cerebrales y traducirlo a un estado emocional concreto, la neuroarquitectura no ha hecho más que empezar. Indica estudios que ponen de manifiesto como las formas orgánicas activan un área concreta del cerebro que está relacionada con el bienestar.

Edificio de viviendas de Qualia Estudio (de Ana Mombiedro y Alba Méndez).  Con espacios intermedios que acompañan transiciones mentales

Otros sugieren que determinadas proporciones arquitectónicas de edificios, como el Salk Institute (templo de investigaciones biológicas, diseñado por el arquitecto Louis Khan a mediados del siglo XX), inducen a un estado mental contemplativo. Frente a lugares capaces de desatar la ansiedad. Los espacios amplios con alturas generosas invitan a permanecer más rato y a un pensamiento más abstracto y creativo que los angostos.

Desde el año 2003, la Academia de Neurociencias para la Arquitectura (ANFA), creada en San Diego, EEUU, aglutina investigaciones sobre como los espacios impactan en nuestro cerebro e incluso pueden llegar a modelarlo. Y promueve el uso de la ciencia neurológica y cognitiva para diseñar mejor el entorno construido. Ya a finales de los noventa, dos neurocientíficos, Fred H. Gage y Peter Eriksson, descubrieron que el cerebro humano es capaz de producir nuevas neuronas en la edad adulta con un entorno enriquecido que lo estimule.

«El orden mejora los procesos cognitivos porque liberamos a nuestra mente de la necesidad de procesar exceso de información”

 

La neuroarquitectura indaga en cómo el proyecto arquitectónico incide en el sistema biológico humano y es capaz de favorecer el bienestar, la creatividad o reducir el estrés. En nuestras viviendas, luz, proporción, altura, colores, texturas, formas, sonidos, olores, temperatura, vistas o el modo como circulamos por un espacio, todo, todo, habla a nuestras neuronas. Como seres humanos, ante un lugar, reaccionamos a nivel fisiológico.

Ambientes enriquecidos en estímulos

 

La arquitectura nos afecta con impactos positivos y negativos. Está estudiado que producimos oxitocina y serotonina en ambientes que nos resultan agradables. Sobre qué tipo espacios serían el mejor regalo a hacernos, Ana García observa que sin duda depende de aspectos culturales, biológicos e incluso de la personalidad del usuario en concreto. Y del tipo de actividad a realizar en cada estancia. De ahí la importancia de mantener un dialogo muy estrecho con cada cliente.

-Proyecto de Neuronalab con generosa zona de almacenaje que fomenta el orden, mejorando los procesos cognitivos al liberar la mente de la necesidad de procesar exceso de información

“Implicaría parámetros de iluminación variables a lo largo del día, y de las estaciones del año, una materialidad rica en texturas lo más naturales posible y un ambiente estimulante pero sin caer en estridencias. Incluso tener en cuenta los olores que desprende el espacio. Es importante ofrecer buenos estímulos porque si no los cuidamos pueden alterar nuestro estado a la inversa, incitando al organismo a segregar exceso de cortisol, la hormona asociada al estrés.”

García es partidaria de fomentar el orden con generosas zonas de almacenaje. Está comprobado que favorece la higiene y las buenas relaciones entre las personas que conviven en el espacio, “incluso mejora los procesos cognitivos porque liberamos a nuestra mente de la necesidad de procesar exceso de información”.

En las habitaciones de los más pequeños permitiría el movimiento libre. En esta etapa de crecimiento se produce un gran enriquecimiento de conexiones neuronales y es importante la relación del niño con el mundo a través de su cuerpo, fomentando siempre su autonomía y seguridad. Y en zonas de trabajo y estudio propone trasladarse algunas horas al espacio exterior rodeados de plantas, pues se ha demostrado que la presencia de vegetación mejora el estado general de salud de las personas y las capacidades cognitivas.

Una arquitectura de sensaciones y acciones

Para la arquitecta Ana Mombiedro -autora del libro Neuroarquiectura, y dedicada a la investigación y docencia especializada en neurociencia y percepción- se trata de “una perspectiva de la profesión que toma como punto de partida el funcionamiento del sistema nervioso, sus implicaciones en los cambios y reacciones corporales y del comportamiento”. Y lo complementa con la definición de su compañera de investigación la arquitecta Marta Delgado: “La neuroarquitectura es una rama de las ciencias cognitivas centrada en el estudio de las reacciones del cerebro ante estímulos sensoriales que provienen del entorno construido”. Y ello sucede de forma tanto consciente como inconsciente.

Estamos en el momento adecuado –según Mombiedro- para, haciendo uso de los conocimientos emergentes de la neurociencia, modificar los patrones que utilizamos para crear espacios. Dejar de pensar en metros cuadrados, materiales y tipologías, y centrarnos en sensaciones y acciones. De este modo, señala, “el habitante podría conocer de antemano, antes de instalarse en la casa, que parámetros sensoriales del espacio definirán cada estancia”. Las zonas más cálidas o más frías, donde hay mayor humedad, qué espacios son más ruidosos o silenciosos, por dónde se mueven los olores cuando se está cocinando, cuáles son las mejores localizaciones para sentarse según la actividad que quiera realizar, etc.

Para Ana Mombiedro el silencio también puede ser utilizado como valioso material de construcción. “Resulta que cuando estamos en silencio se regenera nuestro cerebro. Así lo explica el neurocientífico Michel Le Van Quyen. Estar en silencio es incompatible con estar en alerta. Y nos resulta más sencillo relajarnos y acercarnos a estados meditativos que tanto beneficio tienen para nuestra salud”. Propone incorporar materiales absorbentes en la casa como alfombras y tapices. Y plantas como colchón para las ondas del sonido, que además “son excelentes compañeras de vida”. O pequeños trucos como bajar el volumen de los electrodomésticos.

«Reorganizar la distribución nos hará sentir cosas nuevas, tener otra perspectiva, literal y metafóricamente»

 

Así mismo, recomienda cambios de posición, por ejemplo en la mesa del comedor, o de asiento en la oficina. No solo para mantener nuestras vías neuronales vivas o despertar otras nuevas, sino también para volver a percibir sensaciones olvidadas. “Siempre digo que el proyecto de arquitectura doméstica comienza cuando se vive el hogar. Reorganizar la distribución nos hará sentir cosas nuevas, tener otra perspectiva, literal y metafóricamente. Puesto que los habitantes cambiamos a lo largo del tiempo, nuestra casa debe cambiar con nosotros”.

Desde Qualia Estudio, junto a la arquitecta Alba Méndez, Mombiedro aplica en los proyectos conocimientos de neuroarquitectura que beneficien a sus habitantes: techados altos, de hasta tres metros de altura, siguiendo la investigación del neurocientífico Oshin Vartanian, uso de colores que hacen referencia a la naturaleza, espacios flexibles e intermedios que conllevan transiciones mentales, o la conexión visual con el exterior desde un espacio refugio.

Arquitectura intuitiva

A lo largo de los tiempos y de forma intuitiva, los arquitectos más brillantes han observado la espacialidad como generadora de emociones, poniendo en juego el impacto que sus cualidades ejercen en nosotros. Entre los grandes referentes contemporáneos se encuentra el suizo Peter Zumthor, autor del libro Atmosferas, donde reflexiona sobre la arquitectura que conmueve. La presencia de los espacios, los objetos que los pueblan. Y como el quid de la cuestión reside en la creación de una atmósfera que conduce hacia la sensación.

“En el caso de Zumthor – destaca Ana Mombiedro- el uso del claro-oscuro en los espacios es sumamente atractivo para el cerebro humano, que se pregunta qué hay en las zonas de penumbra e intenta autocompletar la información que no percibe. Zumthor logra construir atmósferas sensoriales porque piensa, por ejemplo, qué va a sentir el visitante cuando esté sentado en el patio de las termas de Vals, en Suiza, abrigado por el vapor de agua, respirando aire fresco de la montaña y viendo, en el horizonte, las cumbres nevadas. Mientras la piel está sintiendo el calor del agua termal, la visión puede palpar el frío de la nieve. La sensación corporal cuando experimentas un proyecto de Zumthor es sumamente poética, a través de la visión y el tacto activa el resto de sentidos”.

Mombiedro también menciona al arquitecto mexicano Luis Barragán y sus atmósferas monocromáticas que inundan el campo visual y rememoran paisajes del desierto o del mar. “En ambos casos –señala- hay una clara mímesis entre las sensaciones que caracterizan sus espacios con la naturaleza. La fuerte presencia de materiales naturales como piedra, tierra, madera, algodón, los sonidos tan característicos de sus espacios, la inclusión del agua y de las plantas como parte del proyecto, su implantación en el entorno, o cómo entra la luz natural, hacen que sean arquitecturas que conectan intensamente con nosotros.”

Fuente: La arquitectura que activa las hormonas de la felicidad (lavanguardia.com)

 

Suscríbete a nuestro boletín

Recibe noticias del sector todas las semanas en tu correo electrónico y mantente actualizado de todas las novedades y tendencias del sector ferretero y de la construcción.

Deja un comentario

¡Suscríbete a nuestro boletín!