-
Se estima que tan solo se ha explorado un 5% de los océanos. ¿Podría ser una solución a futuros problemas de superpoblación?
En ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, el capitán Nemo y su tripulación viajaban por los océanos a bordo del Nautilus. Un sueño ‘made in’ Julio Verne, como tantos otros, que siempre ha fascinado en buena medida al hombre. Al fin y al cabo en planeta Tierra se conoce como ‘planeta azul’, y los seres humanos ocupamos una ínfima parte de él en comparación con la vasta superficie de aguas que lo pueblan, donde viven tantas y tantas especies marinas. Vinimos del mar, y quizá algún día tengamos que volver a él.
Por ahora es hacer ciencia ficción, como cuando Elon Musk habla de colonizar Marte con la idea de sobrevivir en un mundo superpoblado. Uno de los problemas de cara al futuro que más asustan a los expertos es justamente esa idea asfixiante de la superpoblación, cuando los recursos limitados comiencen a escasear y también la tierra en la que vivimos. Un ejemplo de ello es la ciudad de San Francisco: sigue creciendo y el espacio en el que se encuentra, rodeada por el agua, es limitado, con todos los conflictos de diferencias de clase que actualmente acucian la ciudad.
En otra ocasión hablamos de vivir en otros planetas, y en estas fantásticas hipótesis en las que todo parece posible podría no hacer falta alejarse tanto. ¿Sería plausible vivir en ciudades submarinas? Un informa de 2016 sobre la vida futura en las ciudades (‘Martthings future report’) analizaba cómo viviríamos dentro de un siglo y las señalaba como algo que sucederá, por muy surrealista que suene. ¿Pero hasta qué punto podemos soñar con ello, arquitectónicamente hablando?
Para entender todo esto un poco mejor, hemos hablado con Paula Cano Vergara, arquitecta que colabora con Arquitectura y Empresa desde EEUU e investiga en su tesis sobre Ciudades sobre el agua. ¿Sería posible acabar viviendo en una colonia bajo el agua? «La arquitectura es la expresión de nuestro tiempo, por lo que las ciudades submarinas son posibles hasta el punto que la tecnología y la sociedad lo permitan. Esta idea ha cogido fuerza gracias al desarrollo de tecnología como los cultivos aeropónicos (una versión especializada de cultivos hidropónicos), la energía undimotriz que se dedica a capturar energía del movimiento de las olas que produce el viento, y materiales de autolimpieza y autoreparación de origen orgánico como las bacterias productoras de piedra caliza o el micelio, un hongo que puede remplazar el plástico», señala.
Prototipos como los del arquitecto- oceanógrafo francés Jacques Rougerie y el arquitecto belga Vincent Callebau, dan forma a lo que tal vez pueda ser las ciudades submarinas del futuro
Ahora, no solo son los retos técnicos los limitan la expansión del ser humano bajo el agua, sino la humanidad en sí, asegura. Cada vez aceptamos más la idea de habitar nuevos lugares, ya sea porque la tierra y los recursos son cada vez más escasos, o por la necesidad innata de expansión. «La pregunta sería: ¿está la humanidad preparada para comprometerse y cumplir con los grandes desafíos ambientales y sociales que este ambiente requiere?», se cuestiona la arquitecta.
No solamente Julio Verne, como decíamos al principio, otros como Jacques Piccard y Jacques-Yves Cousteau son los que a lo largo de la historia han teorizado con la idea de vivir bajo el agua. «Gracias a estos visionarios y los avances de la biología marina, ingeniería, y la inteligencia artificial, prototipos como los del arquitecto- oceanógrafo francés Jacques Rougerie y el arquitecto belga Vincent Callebau, dan forma a lo que tal vez pueda ser las ciudades submarinas del futuro».
«La arquitectura submarina sigue los principios de la biomimética que imita y promueve los diseños de la naturaleza. Estructuras helicoidales como las del ADN, o estructuras con forma de mantarraya o flor de loto, imitan los principios de flotabilidad, y permiten que algunas de estas comunidades flotantes naveguen continuamente en búsqueda de un mejor clima, sin necesidad de detenerse en tierra para reabastecerse de comida o energía», explica.
¿Cuáles serían los pros y contras de una idea así?
«La idea de habitar terrenos inexplorados y ‘conquistar’ el mundo submarino es en sí un pro para la humanidad. Se estima que tan solo se ha explorado un 5% de los océanos, por lo que el 95% del fondo marino está todavía sin ‘mapear’. La vida en o bajo el agua implicaría el desarrollo y el crecimiento de conocimiento científico que, no solo daría un mejor entendimiento de la fauna y flora marina, sino del cuerpo humano bajo estas circunstancias. Por el lado social, las ciudades bajo el agua podrían ser una alternativa frente a las desapariciones de costas o islas. Según la Comisión Europea, para el 2100, se podrían ver algunas costas retirarse hacia el interior unos 100 metros, o presentar una severa erosión, lo que significa millones de personas desplazadas y sin hogar», indica Paula.
Existe la incertidumbre acerca de las situaciones de emergencia bajo el agua y si los planes de evacuación serían suficientes para socorrer a todos los habitantes
«Por otro lado, la irrupción del ser humano en terrenos vírgenes en masa contaminaría los ecosistemas marinos. Las estructuras submarinas interrumpirían la capacidad de movimiento de mareas, lo que detendría procesos naturales. En adición, existe la incertidumbre acerca de las situaciones de emergencia bajo el agua y si los planes de evacuación serían suficientes para socorrer a todos los habitantes, debido a las complicadas condiciones marinas».
¿Imposibilidad del fenómeno?
Lo primero que se nos viene a la mente, como es lógico, es la posibilidad de habitar un ambiente sin oxígeno. «Es factible», señala Paula. «Usando el oxígeno del agua para crear atmósferas respirables y generar hidrógeno combustible durante el proceso. El ser humano se ha enfrentado en el pasado a ambientes hostiles y ha logrado adaptarse, desde el primer hombre que decidió salir de las cavernas para migrar a los polos, costas, desiertos o montañas».
Podríamos usar el oxígeno del agua para crear atmósferas respirables y generar hidrógeno combustible durante el proceso. El ser humano se ha enfrentado en el pasado a ambientes hostiles
«Existen proyectos submarinos que, si bien están destinados a ser estancias temporales, como laboratorios, hoteles o restaurantes, sirven para reflexionar si son las limitaciones físicas la única razón de por qué no estamos viviendo bajo el agua, o si hay otras razones para no hacerlo. Muchos se preguntarán ¿por qué invertir tantos esfuerzos en el desarrollo de la vida submarina, en vez de invertir en lugares sobre la tierra que ya cuentan con las condiciones que el humano necesita? Es notable que el desarrollo de edificios submarinos, la tecnología necesaria y la aceptación general, requiere de un impulso colectivo que tenga algún sentido ya sea para la supervivencia de la raza, la economía o el ocio»; apunta la arquitecta.
Teóricamente, estos llamados ‘oceanscrapers’ son estructuras herméticas construidas en alta mar y que se encontrarían libres de la gravedad que supone la Tierra. Algunas ideas hablan de que estarían, de alguna manera, ancladas o atadas al lecho marino. Otros como el proyecto del malayo Sarly Andre Bin Sarkum serían unos ‘rascaoceános’ que utilizará varias tecnologías sostenibles para producir energía renovable, de forma que se alimentaría de la energía procedente de las olas del mar, de la eólica y la solar. Incluso se ha dado un paso más y se ha hablado de ciudades enteras, como Aequorea, con forma de medusa y construida frente a la costa de Río de Janeiro: un grupo de edificios oceánicos que contendrían apartamentos y podrían albergar a más de 20.000 personas.
¿De qué estamos más cerca?
Colonias en Marte, ciudades subterráneas, edificios en medio del océano… ¿Cuál de ellos está más cerca de convertirse en una realidad y cuál es una simple quimera? «El impulso de habitar otros terrenos, es una necesidad del ser humano de expandirse por recursos y nuevo conocimiento, por lo que la posibilidad en ambas circunstancias es posible. La diferencia entre habitar bajo el agua con habitar otros planetas es que, estamos hablando literal de un tema fuera de este mundo, de una alternativa factible de escape frente a un cataclismo mundial», explica Paula.
Lo que eran asentamientos palafíticos e historias de ciencia ficción, hoy son viviendas flotantes que cuentan con toda la tecnología para vivir sobre el agua
«El hecho de que sepamos más sobre la superficie de la luna que de nuestros propios océanos dice mucho hacia donde estamos dirigiendo nuestros esfuerzos. No es gratuito que millones de entusiastas estén aplicando a la convocatoria de la NASA para habitar marte, conociendo que la misión puede fallar o que jamás retornaran a la tierra. El impulso de vivir en otro planeta, además de mera curiosidad, viene del hecho de que es ‘mucho más fácil enviar gente al espacio que al fondo del océano’, según la NASA. Las intensas presiones sobre el fondo del océano hacen que el entorno sea extremadamente difícil de explorar, la visibilidad es nula y las temperaturas son extremadamente frías», asegura.
«El futuro de la arquitectura es lo que la sociedad y las circunstancias demanden, por lo que, con ayuda de la tecnología, lo que parece imposible hoy, sea la realidad del mañana. Lo que eran asentamientos palafíticos e historias de ciencia ficción, hoy son viviendas flotantes que cuentan con toda la tecnología para vivir sobre el agua de manera placentera e inclusive, accesible hoy en día. Siendo así, el próximo paso para continuar la expansión bajo el agua es el desarrollo de lo que hoy son prototipos y el fortalecimiento de planes de desarrollo que incluyan las ciudades de hoy como las ciudades submarinas del mañana. El futuro de la arquitectura requiere de visionarios que ‘logren lo que otro hombre imaginó’, tal como Julio Verne y su ideal de habitar las profundidades del océano», concluye la arquitecta.