No tiene nada de atrevido considerar ya el minimalismo en todas sus expresiones como un clasicismo de nuevo cuño, abstracto y heredado del arte de las vanguardias. Y esa filiación clásica de esta corriente no tiene sus precedentes más claros en la pintura ni en la escultura, sino en la arquitectura y en la presencia de los sólidos geométricos de los que hablaba Le Corbusier en Hacia una nueva arquitectura (1923).
Repasamos diez ejemplos internacionales fundamentales de edificaciones minimalistas en los noventa (alguna de los 2000). Geometría y simplicidad a favor de la experiencia, no solo perceptiva:
SHIGERU BAN. CASA SIN PAREDES, NAGANO, 1997
Este pabellón forma parte de una serie experimental de proyectos que Shigeru Ban denominó Case Study Houses y está construido en una pendiente, por lo que, con el fin de minimizar los trabajos de excavación, su mitad trasera se insertó dentro del terreno. El suelo se curva en uno de sus extremos para encontrar la losa de la cubierta, que se sostiene, además, únicamente a través de tres pilares redondos y muy esbeltos.
La idea que vertebra el diseño de este edificio es la continuidad espacial, tanto en su interior como en el entorno exterior, por eso dos planos definidos por el suelo y la cubierta enmarcan y definen un horizonte. Se eliminan los límites entre el adentro y el afuera y entre los diversos espacios del pabellón: su interior no presenta separaciones y la visibilidad es completa incluso en estancias tan íntimas como el baño, abierto a la mirada. Solo el mueble de la cocina, una banca y varios enseres sugieren sutiles variaciones de zonas en un espacio único, homogéneo y liso.
Puede transformarse la vivienda mediante paneles correderos, multiplicando así sus posibilidades de uso al tiempo que se concede un carácter diferente a cada sala; además, las formas curvilíneas resultan extremadamente sencillas, la estructura casi desaparece y la transparencia completa de los límites exteriores logra que el paisaje contenga el pabellón.
La Casa Klotz se encuentra en las proximidades de la playa de Tongoy, a 400 kilómetros de Santiago de Chile. Se trata de una bahía de 24 kilómetros de longitud con escasas edificaciones, entre ellas esta, que destaca por su contraste rotundo con el entorno.
El edificio cobra forma de prisma rectangular de 6 x 6 x 12 metros y se posa en el terreno casi sin tocarlo. Exteriormente, ofrece una cara ciega desde la que se accede al interior, a través de un puente curvo; la fachada opuesta da al mar y presenta grandes vanos. En el interior, los recintos se distribuyen en dos áreas bien diferenciadas: a un lado se dispuso el acceso, los baños y un pequeño dormitorio; al otro, el dormitorio principal, una cocina integrada en el comedor y una sala de estar con doble altura. En el segundo nivel, los dormitorios se recogen hacia la fachada ciega dejando espacio a las terrazas, la escalera y el puente que los comunica.
La carpintería fina, el color blanco, las aberturas en los muros, las líneas horizontales de los tapajuntas de la madera en las fachadas y el juego de proporciones enfatizan la proximidad de las distancias en esta construcción, en contraste con lo extenso del entorno y la abstracción del volumen de Klotz.
Situada a las afueras de Minneapolis, junto a un lago y un jardín de esculturas, esta casa basa su diseño en el concepto de pabellón. Sus volúmenes son muy sencillos -se compone a partir de la combinación de llenos y vacíos- y la rigidez de la edificación desaparece cuando las particiones acristaladas se deslizan entrando en las paredes macizas y dejando que las brisas del lago crucen la construcción.
Las tapias que cercan su solar son relativamente bajas para permitir las vistas del exterior y los muros adquieren fuerza y autonomía: estructuran la vivienda, albergan la chimenea y las aberturas correderas. La originalidad de este edificio multifuncional (galería de arte, mirador, pabellón) reside en que, a pesar del complejo programa y las constricciones del terreno, se logra la serenidad visual en el interior y desde el jardín. El rigor arquitectónico no obstaculiza, por tanto, la ligereza.
Asentada sobre un pequeño zócalo, esta edificación se configura como cuerpo rectangular simple de una única planta, con un sótano en la zona central. El zócalo, los testeros y la cubierta dan lugar a un marco rectangular que, al modo de una gran ventana hacia el mar, contiene los cuerpos de las habitaciones. Cada uno de ellos se abre al exterior mediante un sistema de contraventanas de madera que, al cerrarse, quedan en línea con el exterior, del mismo material.
Aunque la casa se encaja en este marco enorme y simple, los recintos interiores son complejos y se combinan y diferencian entre sí a través de la luz cenital o las distinciones en altura. Algunas zonas de uso ambiguo, como la cancela o el porche, permiten por su transparencia ver al otro lado del cuerpo. Los recintos de la casa se distribuyen de manera lineal a lo largo de ese gran marco, dejando en el interior los cuartos de baño.
La movilidad de la fachada posterior, el uso del color y los juegos de niveles entre terreno, sótano y plataforma principal conceden soltura a este cuerpo aparentemente rígido, de una simplicidad contundente.
Situada en el parque nacional Genkai, una región de colinas entre mar y montañas, a dos horas de Fukuoka, esta galería acoge una zona de exposición y un taller para la que fue su comitente, una artista plástica. Consta de cinco volúmenes dispuestos en la cima de una pendiente de 17 metros de altura; para la construcción se emplearon diversos materiales: cemento, policarbonato plisado, madera de cedro, malla metálica y planchas de acero. Los espacios son flexibles y pueden recorrerse con fluidez y destaca la entrada de luz natural en todas las estancias, también en el taller, que se dispuso independientemente del resto de la construcción para que tuviera mayor intimidad.
Debido a la naturaleza rocosa de la pendiente, se decidió construir esta galería con un sistema estructural autoportante para cada planta o volumen, así no se alteró demasiado el entorno. Los pilares se colocaron de manera indistinta en los diferentes niveles, sin pautas demasiado rígidas.
Los edificios que componen este Museo del Remo, cercano al Támesis, contienen botes de remo, catálogos históricos sobre ese deporte y una colección relativa a la historia del pueblo de Henley. Su apariencia remite a la de los graneros tradicionales de Oxfordshire y las casas de botes de Henley y consta la construcción principal de dos partes: una planta baja transparente y abierta hacia el exterior, que aloja las funciones públicas del centro, y las galerías, en el nivel superior.
Las dos salas de botes del primer nivel están revestidas en madera de roble y se iluminan completamente con lucernarios curvos, dando lugar a espacios de exhibición muy contenidos que nos invitan a la concentración, en contraste con los espacios abiertos y transparentes del nivel de acceso: el programa se corresponde con la disposición arquitectónica.
Este Museo de Chipperfield se asienta, como decíamos, junto al río, en una plataforma elevada de madera que se prolonga más allá del edificio.
En la frontera entre Alemania, Suiza y Francia se encuentra el Seminario Vitra y su reto, para Tadao Ando, fue situarlo en el terreno y que se accediera a él desde un solar extremadamente plano. El encontrarse en un bosque rodeado de huertos condicionó que se intentara preservar los alrededores restringiendo la altura del edificio y hundiéndolo en el terreno.
Se emplearon formas geométricas simples, rectángulos y círculos, para crear un conjunto contrastante de vacíos y sólidos, con espacios interiores ricos, y mantener armonía con el cercano Museo Vitra, de Frank O. Gehry, situado en el mismo solar, y una escultura de Oldenburg ubicada entre ambas construcciones.
El Seminario de Ando tiene dos niveles y todas las estancias dan a un patio cuadrado y hundido, cerrado por muros en sus cuatro costados. Dicho patio, sumergido en el terreno plano, refuerza el silencio austero de esta arquitectura y el deseo de retener en el interior dos elementos naturales: la luz y el aire.
Construcción aislada, las exigencias funcionales de este proyecto permitieron a Aranda, Pigem y Vilalta (RCR Arquitectos) diseñar con cierta libertad un hito que marca el punto central de un parque en Olot. Esta firma entiende el paisaje como una combinación de la naturaleza y el entorno construido por el hombre y este pabellón puede interpretarse como una escultura en un paraje excepcional.
El volumen se ubica en lo alto de una pendiente suave, como posándose liviano sobre el terreno. La pequeña diferencia de altura entre la plataforma del pabellón y la ladera de la montaña permite el drenaje del terreno y ofrece la posibilidad de sentarse a descansar con buenas vistas al río. Se apropia la construcción del espacio exterior gracias a una curvatura ligera y nuestras perspectivas del entorno variarán en función de los huecos entre volúmenes desde los que lo contemplemos; el propio paisaje se refleja en el pavimento, brillante y liso.
Situado en la localidad suiza de Appenzell, este museo, hoy Kunstmuseum Appenzell, está dedicado a la obra de los artistas Carl August Liner y Carl Walter, padre e hijo. Sus salas son simples espacios que no compiten con las obras de arte que albergan: tienen detalles mínimos, suelos de hormigón, y están iluminadas con luz natural mediante lucernarios en los techos inclinados.
Las dimensiones de dichas salas son relativamente pequeñas y generan un ambiente de concentración; además, van disminuyendo de tamaño a medida que avanzamos de sur a norte. Dos ventanas laterales ofrecen vistas al exterior y facilitan la orientación dentro del edificio; en el extremo norte se encuentra un pequeño cuarto de lectura y una estancia para la presentación de vídeos. El espacio más grande es el lobby, zona de compra de entradas y también de conferencias.
En cuanto a los tejados inclinados, responden a dos tradiciones: la de las casas típicas de la zona y la de las cubiertas dentadas de los edificios industriales.
Entre los diversos lugares previstos para situar pabellones dentro de la Feria del libro de Fráncfort, el de Austria se sitúa donde la lógica dicta: en el centro de la periferia, en un gran espacio rectangular y rodeado de otros edificios. Su forma y posición es fruto, en parte, del diseño paisajístico que llevó a cabo O.M. Ungers para este patio central, cuyo centro está presidido por un obelisco rodeado de una fuente de agua circular.
La cara interior de la construcción mira hacia ese espacio central, al que no puede accederse, mientras la superficie exterior forma una pantalla continua que da al resto del patio y hace devenir este edificio casi invisible. Los elementos más gráficos son las luces colocadas entre las vigas y las citas de Robert Musil que se dispusieron sobre la pantalla externa, cuya legibilidad depende de la hora del día.
Fuente: https://masdearte.com/especiales/arquitectura-minimalista-en-los-noventa-un-nuevo-clasicismo/