- Buceamos en los orígenes de algo que parece sencillo, pero en absoluto lo es: un habitáculo con agua fresca y cloro que te permite bajar tu temperatura para aguantar los rayos del sol.
Los más afortunados tienen el mar, pero aquellos que no se encuentran cerca de la costa tienen irremediablemente que pensar en alternativas para pasar el calor estival como buenamente pueden. Y, aunque el aire acondicionado y las cervezas de tarde están muy bien, casi todo el mundo prefiere una buena piscina. Ese lugar público o privado donde darte un chapuzón, que tanto inspiró a David Hockney para sus famosos cuadros.
Y las piscinas no son cosa de hace pocos años, como me explica el arquitecto Raúl García Taranco, de Arquitectura y Empresa, con el que he decidido indagar un poco más acerca de algo que sin duda parece sencillo, pero en absoluto lo es: un habitáculo con agua fresca y cloro que te permite bajar tu temperatura corporal para aguantar los rayos del sol.
PREGUNTA. Arquitectónicamente, ¿cómo cambia el hecho de que las ciudades empiecen a contar con piscina?
RESPUESTA. Históricamente hablando, las piscinas han tenido dos funciones, la deportiva y la de lugar de bienestar e higiene. Hay representaciones gráficas de piscinas en restos arqueológicos del Antiguo Egipto, pero es con los griegos y romanos cuando las piscinas cobran mayor importancia. Estas fueron originalmente concebidas para la ‘natatio’. Con el paso de los años, se fue afianzando en mayor medida su uso higiénico, pero sobre todo comenzaron a ejercer como lugares de encuentro, ocio y relajamiento, asociados en la mayoría de las ocasiones a las altas clases de la sociedad.
Las piscinas y los baños siempre se han ubicado en espacios próximos al agua, ya fueran playas, arroyos, ríos, lagos o manantiales, facilitando de este modo aspectos importantes relativos al diseño de las mismas. Además, es destacable la proliferación de piscinas en ciudades interiores como puede ser Madrid, frente a la de ciudades costeras como Barcelona, ya que la proximidad del mar ha retrasado en cierto modo una necesidad que se antojaba más importante en las primeras.
Resulta compleja la ubicación de una piscina en cualquier manzana perteneciente al centro histórico de cualquier ciudad española
A nivel de piscina pública, o privada debido a la regulación del acceso a las mismas, la arquitectura ha buscado solventar esa necesidad en base a la construcción de espacios que se integran de manera sutil en la ciudad, acercando a los ciudadanos el ocio de un modo similar al de las ciudades costeras, mientras que a nivel de piscina privada, o residencial si queremos llamarla de otro modo, la arquitectura aprovecha los cambios morfológicos de las construcciones para ir adaptando estas necesidades. Resulta compleja la ubicación de una piscina en cualquier manzana perteneciente al centro histórico de cualquier ciudad española, por lo que estas se relacionan en mayor medida con las ampliaciones que se suceden en las ciudades, siendo difícil concebir a día de hoy una nueva edificación residencial que no cuente con piscina para el uso y disfrute de los residentes.
P. ¿Se sabe cuáles fueron las primeras piscinas de España? ¿Cómo empezaron las piscinas privadas?
R. Se podría decir que, a pesar de la importancia de estos espacios en el mundo antiguo, las piscinas perdieron valor hasta principios del siglo XX. El ocio de las masas fue lo que impulsó la aparición de la casa de baños Niágara, inaugurada en 1879 y que se cree que fue una de las primeras piscinas, si no la primera, en abrir. Ubicada en la cuesta de San Vicente, en Madrid, esta piscina pasaría a las manos del Club de Natación Atlético, quien inauguró allí su sede en 1921 para convertirse en 1931 en la sede del Canoe Natación Club. Casi 30 años después de la inauguración de la casa de baños Niágara, el CN Barcelona estableció su primera sede en los Baños Orientales del barrio de la Barceloneta para, tres años más tarde, trasladarse a los Baños de San Sebastián.
Estas piscinas previamente mencionadas serían el germen de la planificación y proliferación de los espacios públicos destinados al recreo y la práctica de los deportes acuáticos, ya que durante el siglo XIX y principios del siglo XX los deportes acuáticos se entendían como propios de la élite y la aristocracia.
La Finca Ferca en Valencia alberga desde 1952 la que es considerada la primera zona de baño colectiva construida en un edificio residencial
Pero si pasamos a hablar del ámbito privado residencial, debemos desviar nuestra mirada hacia Valencia, ya que la Finca Ferca, construida en el año 1946 en el tramo final de la Gran Vía de Fernando El Católico, alberga desde 1952 la que es considerada la primera zona de baño colectiva construida en un edificio residencial. Las dimensiones de esta piscina y del resto de zonas deportivas ubicadas en el patio interior de la manzana hacen que los copropietarios fomenten su uso con la fundación de un club deportivo en el año 1955.
P. ¿Cuándo se empezó a asociar la piscina con los bloques de pisos?
R. Si a inicios del siglo XX comenzaron a aparecer las piscinas públicas, es en la década de los sesenta cuando se produce la primera oleada de piscinas en el entorno residencial. Esto se debe a que en 1960 se publica la primera ordenanza reguladora de las condiciones higiénico-sanitarias de las piscinas públicas. Casi dos décadas después, en 1978, se edita el primer boletín informativo de la Asociación Española de Industriales y Técnicos de Piscinas (ATEP). Teniendo en cuenta estos inicios prolíferos en el entorno de las segundas residencias, no es de extrañar la aparición con paso firme de las piscinas en la construcción de urbanizaciones cerradas y bloques de viviendas. Estos acontecimientos, que tuvieron lugar hace apenas medio siglo, han marcado el devenir de la arquitectura residencial de nuestros días, donde el deporte y el ocio van de la mano de la construcción de estos nuevos edificios.
P. Hablar de piscinas también es hablar de Gutiérrez Soto, ¿en qué se inspiró?
R. Luis Gutiérrez Soto, a pesar de no ser uno de los nombres más recordados de la arquitectura española, forma parte de esa masa anónima de arquitectos que han construido los edificios que vemos cada día en las calles de nuestras ciudades sin obtener el reconocimiento público que merecen. Entre sus más de 600 proyectos firmados, Luis Gutiérrez Soto cuenta con edificios tan reseñables como el Ministerio del Aire, el Cine Callao o el primer Aeropuerto de Barajas, entre otros muchos. Sin embargo, uno de sus edificios más reconocibles y que, lamentablemente, no podemos ver a día de hoy paseando por la capital fueron las piscinas La Isla, cuya construcción, en uno de los islotes del Manzanares, tomaba forma de gran barco que surcaba el río, contando con un total de tres piscinas, dos al aire libre y una de ellas cubierta.
En la capital, las piscinas La Isla, ubicadas en uno de los islotes del Manzanares, tomaban forma de gran barco que surcaba el río
Gutiérrez Soto también sería el proyectista de una piscina ubicada en Las Arenas-Baños de Ola (Valencia), la cual pasaría a la historia por ser la primera piscina de Europa en mezclar agua salada y agua dulce. También sería el encargado de completar la Piscina Club Stella junto con José Antonio Corrales con la intervención que realizaron en 1952, siete años después de la inauguración del proyecto realizado por Fermín Moscoso del Prado Torre.
En cuestiones de estilo, podemos decir que Luis Gutiérrez Soto se convierte rápidamente en el principal exponente del racionalismo español, pasando de un arranque basado en el eclecticismo dominante en la España de sus inicios a incorporarse al movimiento moderno. Tanto es así, que en aquellas construcciones de piscinas donde tomó parte este arquitecto de oficio se puede ver de manera clara la huella de este estilo arquitectónico.
P. ¿La arquitectura de las ciudades también puede explicar las diferencias de clases? En el sentido de que cambian la forma de los barrios en función de si las casas tienen o no…
R. La diferencia de clases es algo que, a mi juicio, difícilmente podremos eliminar de nuestro imaginario, y las ciudades responden en cierta medida a estas clases sociales. En origen, las clases altas buscaban ocupar los centros de las ciudades. Sin embargo, los edificios de estas céntricas zonas han pasado a manos del turismo. A día de hoy, las afueras de las ciudades se han convertido en el refugio de aquellas personas cuyo nivel adquisitivo es mayor, colonizando estas ciudades periféricas a base de viviendas unifamiliares y edificios residenciales colectivos. Aparentemente, estas construcciones cuentan con mayores comodidades y condiciones de confort respecto a las construcciones del centro de las ciudades, pero la realidad es que las nuevas construcciones de los PAU cuentan de igual modo con estos servicios, convirtiendo lo que antes era un bien elitista en algo al alcance de gran parte de la población.
En Madrid eran muchos los ‘nadadores furtivos’ que se aprovechaban de la picaresca para poder hacer unos largos en los estanques de la ciudad
No obstante, al hablar de los barrios más céntricos, este dato varía en gran medida. En ciudades como Valencia o Barcelona, la playa es un bien al alcance de todos, por lo que la necesidad de un espacio de ocio, bienestar y disfrute en torno a una piscina se reduce de manera considerable, mientras que en ciudades como Madrid, la presencia de estas instalaciones se convierte en algo necesario. Por ello, además de las piscinas privadas de los edificios residenciales, la ciudad cuenta con espacios públicos donde poder suplir estas carencias. La mayoría de piscinas públicas de la ciudad de Madrid se ubican en barrios donde es más difícil contar con instalaciones privadas, como son Orcasitas, Vallecas o Aluche. Aun así, la presencia de estas instalaciones no es capaz de absorber la demanda de una ciudad que cuenta con una piscina pública por cada 145.000 habitantes. En respuesta a esta falta de espacios de ocio acuático, arquitectos y urbanistas hacen esfuerzos para buscar soluciones. Es el caso de proyectos como Madrid Río, el cual cuenta con espacios públicos para el disfrute de los más pequeños gracias a instalaciones acuáticas con chorros, e incluso un espacio destinado a la práctica del piragüismo, el cual permanece cerrado actualmente debido a la renaturalización del Manzanares. Existen también muchos proyectos de arquitectura efímera ubicados en fuentes y espacios públicos de las ciudades que dotan, de manera temporal, a estas fuentes del uso de piscina para todos los ciudadanos.
P. En Madrid, por ejemplo, se encontraba la piscina del Parque Sindical, ¿hubo otros ejemplos parecidos en España?
R. De manera previa a la construcción del Parque Sindical, inaugurado por Franco en 1955, la gran mayoría de la población optaba por aprovechar ríos y estanques para refrescarse en la época estival. En Madrid eran muchos los ‘nadadores furtivos’ que se aprovechaban de la picaresca para poder hacer unos largos en los estanques de la ciudad. Estos personajes lanzaban un perro al agua y pedían al vigilante permiso para ‘salvarlo’, momento que aprovechaban tanto perros como nadadores para hacer unos largos en estanques como el de Cantarranas o el de la Dehesa de la Villa. La piscina del Parque Sindical, conocida como ‘el chaco del obrero’, fue la primera piscina pública de la capital, además de la más grande de España y Europa gracias a sus tres platos, uno de ellos de 130×52 metros. Estas dimensiones, junto con la relevancia que tuvo en su momento, llegando hasta los 40.000 visitantes un domingo de verano capitalino, hacen que pocas piscinas públicas se acerquen a lo que supuso el Parque Sindical para la población.
En cuanto a dimensiones, una de las piscinas públicas que se le puedeN aproximar en el territorio nacional es la Piscina de Orcera, que con 85 metros de largo por 19 metros de ancho es una de las piscinas públicas más grandes de la geografía. En cuanto a atractivo, podemos hablar de las piscinas del Parque Marítimo del Mediterráneo, en Ceuta, o el Parque Marítimo de Santa Cruz, en Tenerife, pero a nivel de relevancia es difícil encontrar espacios que se asemejen a lo que supuso la aparición del Parque Sindical para la población.
P. ¿Cambian mucho los diseños en función de si se ponen en un chalé o en una comunidad de propietarios?
R. A pesar de que los diseños pueden ser radicales en ambos casos, lo más habitual es encontrarnos con piscinas diferentes y únicas en viviendas unifamiliares, mientras que en las comunidades de propietarios el diseño es más sencillo, teniendo como aspectos más importantes el uso y disfrute de un mayor número de usuarios, así como la funcionalidad y el aguante a lo largo del tiempo.
Lo más habitual es encontrarnos con piscinas únicas en viviendas unifamiliares, mientras que en las comunidades el diseño es más sencillo
Si nos fijamos, la mayoría de piscinas de los edificios residenciales son rectangulares y cuentan con un espacio adicional para los más pequeños, mientras que las piscinas de los chalés buscan tener en cuenta la topografía del terreno, la vegetación y la armonía del paisaje. Otros aspectos a resaltar son los materiales o la prefabricación de las mismas. La ligereza de las piscinas prefabricadas hace que sean ideales para su colocación en áticos o sobre los garajes, por lo que podrían ser opciones a tener en cuenta en algunas comunidades que carezcan de localización sencilla de este espacio, mientras que la opción principal para los chalés son las piscinas de obra, ya que su construcción permite una mayor versatilidad y un diseño adaptado.
También los revestimientos varían de las piscinas de chalés a las piscinas de comunidades de propietarios. Si bien en las comunidades los acabados suelen ser similares, tanto en colores como en materiales, en las piscinas de las viviendas unifamiliares la libertad vuelve a ser mayor, permitiendo el empleo de materiales nobles como madera o mármol, o revestimientos que doten de un carácter diferente a la piscina, como ocurre con la piscina roja de Ricardo Bofill.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/