- Los edificios mejoran su relación con la naturaleza, rebajan su consumo energético y se ponen en la piel del usuario en nombre de prácticas bellas, pero también responsables
No es cabal juzgar la calidad de los edificios al margen del consumo energético que precisan para construirse y funcionar. Tampoco separarlos de la huella social que generan. Por eso, entre lo mejor de 2021 destaca una monumentalidad más responsable y proyectos ideados desde el uso, y no desde la teoría. Hay otra forma de construir que, sin ser formal, es revolucionaria. Exige revisar la relación con una tecnología desarrollada para buscar la precisión y la rapidez, pero también para aumentar la rentabilidad y suprimir puestos de trabajo. Tal vez haya llegado el momento de afrontar que un desmesurado rendimiento económico se asocia más a la especulación que a la buena arquitectura, que debe ser responsable también con los presupuestos. Urge asumir esa obligación, que tiene consecuencias culturales, económicas, sociales y medioambientales, en un campo tan abonado a la ambigüedad como el de la construcción. ¿Cómo construir entonces con exigencia? Haciendo de la arquitectura una disciplina tan necesaria para la humanidad como la medicina o la educación.
Sabemos que las olas migratorias se solucionarían mejor con equidad que con murallas. Y la arquitectura delata tanto esa equidad como su ausencia. Este 2021 ha sido el año en que el Premio Pritzker fue a manos de Lacaton y Vassal, dos arquitectos que anteponen el bienestar de los inquilinos de sus edificios ante cualquier otro criterio. Su mantra —nunca destruir, siempre reparar— no se queda en mera teoría; se materializa en la audacia de controlar energéticamente edificios de viviendas sociales, ya sea en París o en Burdeos, añadiendo una galería aislante que los hace crecer mientras reduce su consumo energético. Desde esa perspectiva creativa y, a la vez, reparadora, ¿qué proyectos han destacado en este 2021?
La ciudad china de Jingdezhen es conocida como la capital mundial de la porcelana. En su centro histórico, los arquitectos de Studio Zhu Pei han levantado el Imperial Kiln Museum, donde se encontraba el horno para cerámica durante la dinastía Ming. El edificio, ocho bóvedas de distinto tamaño cortadas por patios, vegetación o láminas de agua, es un ejercicio mayúsculo de rescate arquitectónico —de actualización de la tradición y de reciclaje de los propios ladrillos— que resulta también en una nueva monumentalidad: un inmueble tan íntimo y sobrecogedor como responsable.
En Europa, la ampliación del antiguo silo del Museo Küppersmühle (MKM), en Duisburgo (Alemania), refleja asimismo un doble rescate: el arquitectónico y el que permite pasar de la industria alimentaria a la cultural para dar de comer al continente. Que se prefiera reparar que sustituir define bien la arquitectura europea del siglo XXI. Un segundo grupo de edificios notables busca la equidad construyendo desde abajo en lugar de proyectar desde arriba con ideas preconcebidas. En Kenia, el equipo de Francis Kéré cerró un campus universitario para protegerlo del sol y construyó torres de ventilación que remiten a los termiteros de la zona para rebajar la temperatura en el interior de los edificios.
No hay tipología arquitectónica más importante que las viviendas. Es ahí donde se produce la mayor evolución, o involución, de la arquitectura. Dónde y cómo se construyen las casas, su precio, o los beneficios que se obtienen con ellas nos define como sociedad. Por eso los pisos de protección oficial sin pasillos pero con intimidad, que construyeron Marta Peris y José Toral en Cornellà (Barcelona), son una oda al ingenio y al respeto hacia las vidas de los demás. Flexibles, ventilados y soleados, son sociales y, sin embargo, un lujo como casa y como arquitectura.
Una tercera forma de responsabilidad tiene que ver con los recursos materiales y la sostenibilidad del planeta. Combina la alta y la baja tecnología. Los sistemas passivhaus, empleados por arquitectos como Mario Cucinella en su vivienda fabricada con impresora o De la Puerta-Campo en su premiado Colegio Brains de Madrid, son baratos si se planifican y caros si las soluciones se añaden a posteriori. Algunas empresas dedican recursos a investigar el ahorro material. La cementera Holcim encargó un puente peatonal a Zaha Hadid Architects y al despacho Block, adscrito a la ETH de Zúrich, para demostrar que es posible levantar, en seco y con elementos prefabricados por impresoras 3D, un puente empleando un tercio del hormigón habitual. Se trata de “construir más con menos”. El menos es más formal de Mies debe también llegar a los materiales.
Los cinco mejores proyectos del año
Imperial Kiln Museum, en Jingdezhen (China)
Studio Zhu Pei
Levantado en torno a las ruinas del horno imperial de la dinastía Ming, el edificio es una suma de ocho bóvedas de distinto tamaño que, a vista de pájaro, se leen como un grupo arqueológico de vasijas. Retrata una nueva monumentalidad, más cargada de razón que de poder. Recupera, y actualiza, la tradición constructiva. Recicla ladrillos y conocimiento. Construye espacio público. En un país como China, devorado por las prisas, la especulación y el cuestionable modelo occidental de ciudad, este museo es un ejemplo paradigmático de cómo responsabilizarse a la vez por la historia y el futuro.
Ampliación del Museo Küppersmühle en Duisburgo (Alemania)
Herzog & De Meuron
Sin mimetismo formal, esta intervención suma salas de exposición y almacenaje a través de una serie de puentes de acero que atraviesan los monumentales silos reconvertidos ahora en salas expositivas. La ampliación no irrumpe, repara, y huyendo del espectáculo resulta sobrecogedora. El inmueble se amolda y a la vez subraya el edificio original actualizándolo. No copia, pone al día. Permite leer cada una de las partes y, sin embargo, se diría que siempre estuvo allí.
Santuario del Señor de Tula, en Jojutla (México)
AGENdA y Dellekamp-Schleich
Los dos despachos reconstruyeron este templo tras el terremoto de 2017 como espacio público para una comunidad que recela de los lugares cerrados. El edificio demuestra cómo el aire y la luz arropan tanto como la piedra. Evitando grandilocuencias, habla alto y claro.
Campus Universitario Startup Lions, en el lago Turkana (Kenia)
Kéré Architecture
Del color de la tierra del entorno, para facilitar el mantenimiento, cerrado para protegerse del sol y con torres de ventilación que remiten a los termiteros de la zona y rebajan la temperatura en el interior, el edificio tiene aberturas estrechas o cenitales para iluminar las aulas que hablan, como todas las decisiones formales, de conocimiento del lugar.
Viviendas sociales en Cornellà de Llobregat (Barcelona)
Peris y Toral
Sus pisos de protección oficial Cornellá son un despliegue de ingenio y de la mejor ambición arquitectónica: buscan mejorar la vida de los habitantes. Un escenario sin lastres que cada usuario redefine sin perder espacio, luz ni ventilación. Con acceso desde un patio, que es público durante el día, y ubicadas en torno a la cocina, las estancias permiten una organización flexible que conecta interior y exterior. Con estructura de madera, estos pisos cuidan a la vez acústica y libertad. Aunque esta arquitectura despliegue un ingenio sin precedentes, está pensada desde los problemas del usuario y por eso es extraordinaria.
Fuente: elpais.com