Los aires modernos de la arquitectura Art Nouveau en Cuba

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La Habana es la única ciudad no europea que ha sido incluida de manera excepcional en la Red Europea de Art Nouveau.

A inicios del siglo XX Cuba protagonizó una interesante actualización de sus estilos arquitectónicos, en correspondencia con los códigos internacionales de la época. Muchos fueron los estilos de moda que definieron una arquitectura republicana de muy variado diseño, donde profesionales extranjeros y cubanos, incluyendo los graduados de la recién inaugurada Escuela de Arquitectura (1900), pudieron hacer un despliegue de su talento y capacidad creativa.

El primer estilo de vanguardia fue el Art Nouveau, también conocido como Jugendstil (Alemania y países nórdicos), Sezession (Austria), Modern Style (Reino Unido), Nieuwe Kunst (Países Bajos), Liberty o Floreale (Italia) y Modernismo (España). Esta corriente estética ofreció un lenguaje singular al panorama constructivo cubano de las primeras tres décadas del siglo XX. Aunque su uso en Cuba al igual que en el resto del mundo fue muy breve, encontró gran aceptación en la clase burguesa, definiendo importantes centros de desarrollo como Pinar del Río, La Habana, Cienfuegos, Sagua la Grande, Camagüey, Manzanillo, Bayamo, Santiago de Cuba y Guantánamo.

En la actualidad, no se conserva parte importante de las edificaciones construidas. Se calcula que al menos en La Habana —su núcleo más significativo— debieron llegar al centenar. Muchas fueron residencias ubicadas en La Habana Vieja, Centro Habana y La Víbora. Allí, los ingeniosos diseños característicos de este lenguaje artístico cubrieron con su estilizada ornamentación floral fachadas e interiores, e hicieron uso de elementos prefabricados en yeso y cemento provenientes de los talleres que maestros de obra catalanes regentaron en la capital. Incluyeron, además, elementos de herrería y carpintería, así como mosaicos hidráulicos con vistosas decoraciones vegetales.

La pérdida de estos inmuebles se ha debido a múltiples factores, entre los que destaca la pésima valoración que por mucho tiempo tuvo este estilo en la comunidad de arquitectos, a pesar de haber sabido establecer una perfecta armonía entre las artes mayores y menores, al atender tanto el diseño integral del edificio, como el mobiliario, la gráfica, la joyería, etc. En Cuba, pervivió hasta la década de 1930 cuando el Art Déco lo sustituyó, en respuesta a los reclamos que abogaban por una arquitectura elegante, de finos materiales y decoración más «medida». La estética geométrica suplantó entonces la línea suave del modernismo, aunque paradójicamente no consiguió desembarazarse del placer por la ornamentación.

Las primeras obras Art Nouveau o modernistas realizadas en Cuba, fueron los jardines de la Cervecería La Tropical (1904), en La Habana; la remodelación del hotel Comercio (1904), en Pinar del Río; y el Palacio Cueto (1905), también en La Habana. Este último es el mejor conservado de los tres pioneros del Art Nouveau en Cuba, ya que su fachada fue recientemente restaurada por la Oficina del Historiador de la Ciudad, al ser habilitado como hotel de lujo en plena Plaza Vieja.

Los Jardines de La Tropical por su parte, constituyen uno de los más completos y elaborados exponentes de este estilo en la Isla. A pesar del alarmante estado de deterioro de sus estructuras de ferrocemento y del complejo integral del jardín, evidencian el talento, la capacidad artística y amplitud de los conocimientos especializados de los maestros de obras catalanes emigrados a Cuba. En este caso su artífice fue Ramón Magriñá.

De visita obligatoria son también las calles Reina y Cárdenas, en Centro Habana, pues incluyen un número elevado de edificios modernistas, término catalán que sería más adecuado para el entorno cubano, donde esta escuela ejerció mayor influencia que la francesa, la austriaca o la belga. En Reina se encuentran inmuebles icónicos como El Cetro de Oro y la Casa Crusellas. En la calle Cárdenas existen ocho viviendas modernistas construidas por importantes maestros catalanes como Mario Rotllant y Folcarà, Pedro Iduate Petit y Alberto de Castro.

Son viviendas de dos plantas, adaptadas a las condicionales urbanas con paredes medianeras y fachada continua. De ellas, los números 101, 103, 107, 159 y 161, fueron diseñadas entre 1908 y 1910 por Mario Rotllant —considerado el principal maestro de este estilo en Cuba—, para sus compatriotas Tarruell, Aguilera, y Justafré y Fraera. Estas casas tienen un diseño similar con ligeras variaciones en algunos detalles decorativos. Sus fachadas son verdaderos retablos floridos, con bellísimos balcones curvos, puertas y ventanas en forma de hoja, y pequeñas cúpulas y semicúpulas que, como baldaquines, jerarquizan algunas secciones del balcón. Las elegantes molduras utilizadas tal vez se hicieron en el Taller de Fundición de Cemento que Rotllant fundó en la calzada de Monte, en 1906.

Los otros inmuebles, registrados con los números 70, 79 y 154, forman parte de los tantos edificios eclécticos que en el país emplearon detalles Art Nouveau en las fachadas. Aunque no definen el estilo integral, no pasan desapercibidos, ya que la preciosa herrería, la carpintería y las molduras decorativas constituyen auténticas obras de arte que combinan artesanía con prefabricado industrial. En este caso, al estar todos tan cerca, proporcionan una excelente oportunidad para apreciar las variantes del modernismo catalán en la arquitectura cubana, ya sea conformando el diseño general del inmueble o solamente incorporando acentos decorativos.

Por la significativa presencia y calidad artística de los inmuebles de este estilo que conserva La Habana, es la única ciudad no europea que ha sido incluida de manera excepcional en la Red Europea de Art Nouveau. Fundada en 2007 y con sede en Bruselas, esta organización está dedicada a difundir el patrimonio nouveau y a promover la investigación en sus 24 ciudades miembro.

Fuente: https://diariodecuba.com/cultura/1674995626_44889.html

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