El 40% de la población mundial sufre algún tipo de limitación relativa al uso de los espacios construidos. En algún momento de nuestras vidas todos pasaremos por circunstancias que condicionarán nuestro uso del entorno físico. Crear diseños accesibles para cualquier persona, independiente de su edad y condición, no es solo cuestión de justicia, sino también de eficiencia elemental.
Cuando hablamos del concepto de accesibilidad, la mayoría de nosotros pensamos exclusivamente en adecuar los espacios arquitectónicos a las necesidades de los usuarios en silla de ruedas. Pero hay millones de personas que, sin tener ningún tipo de discapacidad reconocida, ven afectada su vida cotidiana por algún tipo de limitación, ya sea de corta o larga duración, en el uso del ámbito de lo construido o urbanizado. Es el caso, por ejemplo, de los niños, de las mujeres embarazadas, las personas con obesidad o los ancianos.
Sin embargo, no es el individuo quien tiene la discapacidad, sino el entorno el que la genera. Pensemos en todas aquellas veces que, cargando con las bolsas de la compra, con un cochecito de bebé o paseando con nuestros mayores, nos hemos visto obligados a modificar la ruta, o bien hemos necesitado la ayuda de terceros, para salvar un obstáculo y manejar los mecanismos que habitualmente utilizamos de forma autónoma sin problema ni ayuda.
Las soluciones actuales en materia de accesibilidad resultan muy insuficientes a la hora de contemplar todas las limitaciones que puedan tener las personas en el acceso y uso de los espacios construidos.
Según una investigación de Clear Code Architecture® by PMMT, su aplicación no garantiza niveles de Accesibilidad Universal por encima del 35-40%, protegiendo esencialmente los derechos de los usuarios en sillas de ruedas. Para el resto de las diversidades funcionales (personas con limitaciones cognitivas, que no ven o ven poco, que no oyen…), dicha normativa resulta muy escasa. Además, el marco regulatorio actual ignora a todos aquellos que, sin tener ningún tipo de discapacidad, experimentan una pérdida de autonomía en su vida cotidiana. Por eso todavía queda un largo trecho que recorrer para construir entornos universalmente accesibles que se adapten a todas nuestras necesidades y que garanticen a todas las personas el pleno desarrollo de su vida libre de restricciones.
¿Sabías que…
Cuando hablamos de barreras arquitectónicas, pensamos en escaleras, anchos de paso, dimensión mínima de un espacio, etcétera, pero no tenemos en cuenta que la falta de lenguaje Braille, la inexistencia de pictogramas, una iluminación inadecuada o el uso de colores poco contrastados actúan como barreras para determinados individuos a la hora de usar los espacios?
Los aspectos comunicativos condicionan aproximadamente un 20% el nivel de accesibilidad universal de un entorno. Dicho de otra forma, a través de un adecuado diseño de la señalética, acompañada siempre de una estrategia de wayfinding –sistemas de información que guían a las personas a través de los ambientes físicos–, podemos mejorar en ese mismo porcentaje la accesibilidad de un lugar. Entre las diversas estrategias para lograrlo figuran los outputs audibles y visuales redundantes, el control del contraste en los outputs visuales, el uso de iconos significantes tanto como el texto… Elementos que deben completarse con otros recursos tan eficientes como los pavimentos señalizadores.
Solución de continuidad
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos mil millones de personas en el mundo tienen algún tipo de diversidad funcional, alrededor del 15% de la población. Además, un 25% tiene algún tipo de limitación temporal o permanente en el uso del entorno construido. A la luz de estos datos, la realización de espacios basados en parámetros inclusivos se convierte hoy en día en una elección fundamental para los arquitectos. Para ello es importante entender el concepto de “cadena de accesibilidad“.
Es una contradicción encontrarnos ascensores con cuadros de mando que incluyen el lenguaje braille situados en sitios sin ningún tipo de solución más que garantice que un invidente podrá llegar al ascensor autónomamente. Para garantizar la independencia
de todas las personas en su vida cotidiana es necesario que estas encuentren una solución de continuidad –y sin interrupciones– en sus recorridos accesibles, desde su propia casa, pasando por la vía pública y los espacios urbanos, hasta la red de transporte, los equipamientos y servicios y los espacios de trabajo y de ocio.
Que nadie se quede atrás
El Diseño Universal es aquel que atiende a la diversidad humana, la inclusión social y la igualdad, pudiendo garantizar de esta forma que todas las personas tengan las mismas oportunidades de participar en todos los aspectos de la sociedad con autonomía. Este enfoque holístico e innovador constituye un reto tanto creativo como ético para todos los agentes implicados, desde los arquitectos y los diseñadores hasta los empresarios y los líderes políticos. Para lograr un entorno inclusivo que responda a cualquier casuística, los edificios, los objetos cotidianos, los servicios, la cultura y la información deben ser accesibles y adecuados para que todos en la sociedad los usen. Ejemplos de este diseño serían suelos con superficies suaves en las vías de acceso a los edificios, ausencia de escalones, puertas interiores espaciosas, baños adaptados, botones distinguibles por el tacto…
La accesibilidad en cifras
- El 15% de la población mundial tiene alguna discapacidad.
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El 25% tiene algún tipo de limitación temporal o permanente en el uso del espacio.
– 700 millones de personas tienen más de 65 años, cifra que aumentará a 2.000 millones. en 2100.