Países Bajos Rotterdam, meca europea de la arquitectura contemporánea

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  • Una ciudad vanguardista que luego de ser destruida por los nazis se reconstruyó mirando al futuro.

Un fatídico 14 de mayo de 1940, decenas de bombarderos de la Luftwaffe (la fuerza aérea) nazi dejaron caer hasta 1.300 proyectiles sobre Rotterdam. El suceso duró apenas un cuarto de hora, pero la devastación fue prácticamente absoluta. Una maniobra que supuso la inmediata rendición de Holanda ante la Alemania de Hitler.

Muchísimas víctimas y casi todos los supervivientes sin hogar. Todo destruido. Quedó en pie parte de la catedral de San Lorenzo, lo cual se tomó casi como un milagro.

También aguantó el embate la Witte Huis, construida en 1898 y que, con sus diez plantas, había sido uno de los primeros rascacielos de Europa. Así como sobrevivió el Hotel Nueva York, sede de la compañía naviera Holland American Line, que tantos emigrantes llevó a Estados Unidos.

El resto de la urbe se convirtió en una desolada explanada de escombros.

Lamentablemente hay historias similares en demasiados puntos del globo, pero el caso de Rotterdam es singular, ya que cuando la ciudad acometió su reconstrucción, optó por mirar al futuro. Los holandeses dejaron atrás la nostalgia y levantaron una urbe de su tiempo, no del pasado. En aquella decisión se basa su vanguardista aspecto actual.

Arquitectura de vanguardia

Contemplar su repertorio de arquitectura contemporánea es una magnífica razón para visitar la ciudad. Allí se dan cita los arquitectos más inquietos del panorama mundial. Tal vez no levanten las megaestructuras que surgen en Asia y el Golfo Pérsico, pero con menos recursos económicos, materializan propuestas muy singulares. Se mire donde se mire, se aprecia ese espíritu innovador.

Por ejemplo, uno de sus íconos nos traslada a los años ochenta, cuando se construyeron su famosas casas-cubo, una delirante urbanización de viviendas inclinadas 45 grados. Su arquitecto Piet Blom se inspiró en las cabañas en los árboles con las que sueñan los niños y levantó un bosque de geometría y hormigón compuesto a partir de pilares hexagonales y cubos amarillos, blancos y grises.

Estéticamente es muy sugerente, pero todavía hay dudas respecto a su habitabilidad. Algo que se puede comprobar visitando el museo recreado en una de las viviendas. Pero, prácticas o no, las casas-cubo desde entonces son un referente de la ciudad, y no hay turista que no las quiera contemplar.

Además su entorno es muy fotogénico. Junto a ellas está la Blaaktoren, diseñada por el mismo arquitecto. Un edificio con forma de lápiz que llama la atención desde cualquier punto de la plaza donde se halla. Si bien los últimos años le ha salido un potente competidor en el otro extremo de la explanada: el Markthal.

El mercado y el puerto viejo

Se trata de un enorme mercado, aunque no solo es un espacio comercial, ya que la gigantesca estructura curva que cubre el mercado alberga más de 200 viviendas. Esas casas, de distintas superficies y precios, tienen balcones abiertos al exterior, pero se comunican con el mercado.

Una vez que se entra, basta con contemplar ese gran techo curvado y pintado con colosales frutas y verduras para descubrir las ventanas de los vecinos.

Desde su inauguración en 2015, el estudio de arquitectos MVRDV, que concibió el Markthal, no ha dejado de recibir alabanzas. Y lo cierto es que es una construcción preciosa y ha puesto la frutilla del postre a esta plaza envuelta de modernidad. Aunque entre tanto vidrio, acero y metal, se descubre la catedral de San Lorenzo, conservada como símbolo de resistencia.

También es histórico el Oudehaven o puerto viejo, que se encuentra a un paso. Nada que ver con el moderno situado a las afueras, el cual es el puerto marítimo más importante del continente europeo y el tercero en todo el planeta. No obstante, sin duda el Oudehaven le gana en romanticismo, con los amarres de embarcaciones tradicionales y la elegante fachada blanca de la Witte Huis dando sombra al conjunto.

Desde este puerto viejo se accede al canal Nuevo Mosa, que divide la ciudad. Sobre sus aguas hay puentes que son joyas de la ingeniería actual, entre los que destacan dos: el primero es el Willembrug, de un inconfundible color rojo y del que se tiende la escultura Maasbeld, consistente en un cable de 180 metros de largo del que cuelgan elementos abstractos. Una obra que varía su apariencia con las mareas y la fuerza del viento.

El segundo es el puente de Rotterdam por antonomasia: el Erasmusbrug, conocido cariñosamente como “el cisne”. Tiene un único pilón que se eleva hasta los 135 metros, gracias al cual se tensan los tirantes de acero que sostienen una estructura de 800 metros de longitud. Parte de la cual es abatible, para permitir el paso de grandes cargueros y cruceros.

Estación Central

Junto a ese puente se encuentran otros dos edificios muy admirados. Son la sede central de KPN Telecom, diseñada por el cotizado arquitecto Renzo Piano y, a su lado, las enormes tres torres DeRotterdam, intercomunicadas entre sí y firmadas por Rem Koolhaas, el primer arquitecto neerlandés en recibir un codiciado premio Pritzker.

Y no termina aquí el repertorio arquitectónico. Se podría nombrar también la torre Euromast, que con sus 185 metros, es la más alta del país. O habría que hablar de la Estación Central de trenes, que es la mejor bienvenida para sumergirse en la modernidad de Rotterdam.

Una urbe donde la pasión por la construcción llega a tal punto que recientemente se ha inaugurado una de sus últimas maravillas: el Depot Boijmans Van Beuningen, un edificio con la forma de un gigantesco tazón recubierto por miles de placas de espejo, para reflejar su entorno urbano.

Pues bien, la obra nace como almacén donde salvaguardar las obras de arte del Museo Boijmans Van Beuningen, el cual está inmerso en una profunda reconversión que acabará dentro de varios años. Y sin duda para entonces incorporará un nuevo hito de la arquitectura al arte callejero de esta ciudad holandesa rabiosamente moderna.

Fuente: www.clarin.com

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